Fotografía: Familia Packard

Michael Packard es el nombre del pescador de langostas, que el pasado viernes cerca de Herring Cove, playa situada a unos 100 kilómetros al sur de Boston (Estados Unidos). Fue tragado por una ballena jorobada, que tuvo al hombre de 56 años en su interior, entre 30-40 segundos.

Creyó, según su testimonio, que lo estaba atacando un tiburón blanco. «Sentí un empujón y después todo se volvió negro» dice.  Pero sorprendentemente, no notó dolor «solo que se movía y la ballena apretando los músculos de su boca, la fuerte presión de los dientes».

 

En ese momento, comenzó a forcejear para intentar salir de allí, pero no lo consiguió hasta más de medio minuto después, en el interior de esta. Ahí fue cuando la ballena quizás se sintió «incómoda» y se dirigió hacia la superficie. Ahí Packard vio luz y agitando su cabeza, la ballena escupió al buceador aun vivo.

Gracias a la ayuda de otro pescador compañero, pudo salir a la superficie en la que fue rescatado, y posteriormente, llevado al hospital en una ambulancia para poder inspeccionarlo, asegurarse de que se encontraba en perfecto estado y además, poder ayudarlo psicológicamente para recuperarse de lo sucedido. Todo ha quedado en un susto, aunque con algunas magulladuras sin gravedad.

 

Lo extraño de todo este suceso no es solamente que la ballena engullera al pescador y decidiera escupirlo medio minuto después, pues los expertos explican que no ha sucedido nada similar en dicha zona recientemente, ni tampoco con anterioridad. Po lo que lo más probable es que Packard se encontrara en el momento y el lugar erróneo.

La alimentación de este tipo de ballenas, las ballenas jorobadas, consiste en abrir su boca completamente para atrapar pequeños peces y plancton; así que, posiblemente el buceador se encontrase en un punto ciego de la ballena y esta no lo viese. Posteriormente, una vez se lo había tragado, notase esa incomodidad y se sintiera sorprendida, provocando esto, que abriera la boca para expulsarlo.

 

En cualquier caso, son mamíferos marinos que en edad adulta pueden llegar a alcanzar los 15 metros de largo. Siempre se aconseja no acercarse a ellos, no tocarlos ni molestarlos, para evitar ataques, pues son salvajes.